martes, 7 de junio de 2011

La ¨Paradoja del Sol Débil¨, Aún sin resover, Según la NASA

Científicos aseguraron el año pasado haber resuelto una de las mayores incógnitas de la ciencia, pero otro grupo de investigadores ha puesto en duda el estudio.

abc / madrid
 
Hace 4.000 millones de años, cuando la Tierra todavía era muy joven, los rayos del Sol apenas alcanzaban su superficie. Eran un 30% más débiles de lo que son ahora y no habrían proporcionado suficiente calor para mantener agua líquida en su superficie. Sin embargo, el planeta no se congeló ni entró en una temprana edad de hielo que podría haber cambiado el curso completo de las cosas. Esta incógnita fue denominada por Carl Sagan como «la paradoja del Sol débil», y ha llamado la atención de los científicos, incapaces de encontrar una respuesta. El pasado año, un grupo de investigadores creyó haber dado con la solución. Según explicaban en la revista Nature, la primitiva capa de nubes era entonces mucho más delgada que la actual y los rayos del Sol pudieron calentar los océanos sin obstáculos, lo que favoreció una temperatura más templada y la aparición de la vida. Ahora, científicos del Centro de Investigación Ames de la NASA en Moffett Field (EE.UU.) rechazan esta teoría e inician de nuevo la controversia.

Todavía una paradoja

Los científicos de la NASA, según explica Technology review, han revisado de nuevo la paradoja y han estudiado cuál sería el efecto de tener menos nubes. Dicen que sea cual sea la forma en la que se hagan los cálculos, una capa de niebla más fina no podría haber hecho que la Tierra estuviera lo bastante caliente como para permitir la existencia de agua líquida.

Según el nuevo modelo por ordenador del clima de los inicios de la Tierra, no se obtiene más que la mitad del calentamiento necesario para mantener agua líquida en la superficie. «Hemos demostrado que, aún teniendo en cuenta las suposiciones más fuertes posibles, reducir las nubes y el albedo superficial se queda corto por un factor de dos para resolver la paradoja», dicen Goldlatt y Zahnle.
La paradoja sigue siendo una paradoja.

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