sábado, 6 de octubre de 2012

Hay planetas en el centro de la Vía Láctea


Un nuevo estudio encuentra evidencias de su formación cerca del agujero negro central de la Vía Láctea


JOSÉ MANUEL NIEVESJOSEMNIEVES



Hay planetas en el centro de la galaxia



Un grupo internacional de astrónomos ha encontrado pruebas de que en el violento corazón de nuestra galaxia y muy cerca de su agujero negro central se están formando planetas, algo que parecía imposible hasta ahora. El hallazgo se publica esta semana en Nature Communications.
A simple vista, el centro de nuestra galaxia puede parecer un lugar muy poco adecuado para que se formen planetas. Las estrellas se arremolinan allí y zumban a través del espacio como los coches en una autovía en hora punta. Para colmo, la enorme energía del centro galáctico provoca que muchas estrellas exploten en forma de supernova, llenando la región de violentas ondas de impacto y auténticas mareas de intensa radiación.
Por último, gigantescas fuerzas gravitatorias del gran agujero negro que duerme en el corazón de la Vía Láctea siembran el caos alrededor, retorciendo y deformandolo todo, incluído el espacio mismo.
A pesar de todo, un equipo de astrónomos del Centro de Astrofísica Harvard Smithsonian acaba de demostrar que, incluso allí, pueden nacer nuevos planetas. ¿La prueba? El reciente descubrimiento de una nube de hidrógeno y helio (en la imagen) precipitándose hacia el centro de la galaxia y a punto de ser devorada por el agujero negro central. Los astrónomos sostienen que esa nube está hecha de los restos desmenuzados de lo que una vez fue un disco protoplanetario alrededor de una estrella que aún no ha sido descubierta.
"La desdichada estrella fue expulsada violentamente por el agujero negro central —afirma Ruth Murray-Clay, autora principal de un artículo recién aparecido en Nature Communications—. Ahora sigue su camino y aunque ha logrado sobrevivir al encuentro, su disco protoplanetario no ha sido tan afortunado".
La nube en cuestión fue descubierta el año pasado por un grupo de astrónomos que usaron el Gran Telescopio de Chile. Entonces se especuló que la nube se había formado cuando los chorros de gas de dos estrellas cercanas chocaron entre sí, igual que los vientos del desierto llevan la arena que forma las dunas.

Arrancado por mareas gravitatorias

Pero Murray-Clay y su colega Avi Loeb (coautor del artículo) proponen un origen muy distinto. Las estrellas recién nacidas retienen a su alrededor, y durante varios millones de años, un halo de gas y polvo (el material sobrante de su formación) del que después, eventualmente, surgirán los planetas de su sistema. Pero si una estrella se precipita contra el agujero negro del centro de la galaxia, la radiación y las mareas gravitatorias pueden, literalmente, arrancarle el disco en cuestión de unos pocos años.
Los astrónomos incluso han identificado la posible procedencia de la estrella perdida, un conocido anillo de estrellas que orbita el centro galáctico a una distancia de apenas la décima parte de un año luz. Los investigadores han encontrado decenas de jóvenes y brillantes estrellas del tipo O en ese anillo, lo cual sugiere que también debe de haber centenares de otras estrella mucho menos brillantes y que no podemos ver desde aquí.
A pesar de que el disco protoplanetario (la nube de gas y polvo) está siendo implacablemente destruida, las estrellas que aún están en el anillo siguen, por ahora, sujetando con fuerza sus propios discos de acreción. Por lo cual, muchas de ellas podrían estar formando planetas, incluso en medio de las condiciones hostiles de sus alrededores.
"Resulta fascinante pensar que hay planetas formándose tan cerca del agujero negro —afirma Loeb—. Si nuestra civilización habitara en uno de esos planetas, habríamos podido probar mucho mejor que aquí las teorías gravitatorias de Einstein, y habríamos podido producir energía limpia simplemente lanzando nuestra basura al agujero negro".

Los diez días que no existieron


La noche del 4 de octubre de 1582 dio paso... al 15 de octubre con la implantación del calendario gregoriano



Día 06/10/2012

Los diez días que no existieron
ABC


¿Qué pasó el 6 de octubre de 1582? ¿O el 9 del mismo mes de aquel año? ¿Y el 14? No busquen en las hemerotecas. Aquellas fechas «desaparecieron» del calendario. La noche del 4 de octubre de hace 430 años dio paso... al 15 de octubre. El nuevo calendario gregoriano corregía así el desfase de días que al cabo de milenio y medio había ido acumulando el de Julio César, conocido como «juliano».
El emperador romano había reformado el calendario el año 46 antes de Cristo, aconsejado por el astrónomo Sosígenes de Alejandría según Plinio el Viejo. Establecía el 1 de enero como el primero del año de 365 días y seis horas. Tenía un margen de error de apenas 11 minutos y 14 segundos al año. El calendario juliano creaba el año bisiesto de 366 días con un día más entre el 25 y el 24 de febrero en los años divisibles por cuatro. Al día extra se llamó «bis sextus» por ser el 24 de febrero el «sextus kalendas martii», de ahí el nombre de año bisiesto. Pero éstos se intercalaron de forma equivocada.
La Iglesia acometió la tarea de lograr un calendario más exacto que corrigiera el desfase. El primer Concilio de Nicea había fijado el momento astral en que debía celebrarse la Pascua y, a partir de ésta, el resto de las fiestas religiosas y se veía necesario ajustar el calendario civil para regular el litúrgico. Ya había habido varios intentos, pero fue en el Concilio de Trento cuando se impulsó de nuevo la corrección. En el siglo XVI el equinoccio de primavera caía el 11 de marzo, en lugar del día 21.
El Papa Gregorio XIII (1572-1585) puso en marcha una comisión científica de la que formaba parte el cronologista italiano Luis Lilio, el jesuita Christophorus Clavius, el cosmógrafo Ignazio Danti y en la que también participó el matemático hispano Pedro Chacón.
El Pontífice había ordenado levantar un observatorio en el Vaticano provisto con el mejor instrumental de la época, la denominada Torre de los Vientos en la que Danti realizó un meridiano que confirmó las correcciones del calendario con la luz solar que se filtraba a través de un agujero en la pared sue..
Los expertos coincidieron en que el año bisiesto se repitiera cada cuatro años, a excepción del último de cada siglo cuyo número de centenas no fuera múltiplo de cuatro. Así se adaptaba mejor el calendario al año solar, aunque aún existe un error de casi 26 segundos por año.
El 24 de febrero de 1582 Gregorio XIII promulgó la entrada en vigor del calendario que después se conocería por su nombre mediante la bula «Inter Gravissimas»: «Con objeto de que el equinoccio vernal, que fue fijado por los padres del Concilio de Nicea en las duodécimas calendas de abril [21 de marzo], se devuelva a dicha fecha, prescribimos y ordenamos que se eliminen de octubre del año 1582 los diez días que van del tercero después de las nonas [el día cinco] hasta el día previo a los idus [día 14], ambos incluidos. El día que seguirá a las cuartas nonas [el cuatro de octubre], en el que tradicionalmente se celebra San Francisco, serán los idus de octubre [el 15], y se celebrarán las fiestas de los mártires San Dionisio, Rústico y Eleuterio, así como la memoria de San Marco papa y confesor, y de los mártires San Sergio, Baco, Marcelo y Apuleyo».
Diez días «desaparecieron» para los países que adoptaron el calendario gregoriano. España y Portugal aplicaron la reforma el mismo día que Roma, el 4 de octubre de 1582. Las vicisitudes para la puesta en práctica de la reforma llevaron a Felipe II a firmar un año después la pragmática de Aranjuez para su adopción en todos sus territorios. Alemania continuaría con el juliano hasta 1700, Inglaterra hasta 1782, Rusia no lo cambió hasta 1918 y Grecia hasta 1923.