30 de enero de 2014: Todo el mundo sabe que el espacio exterior es frío. En la gran distancia que hay entre las estrellas y las galaxias, la temperatura de la materia gaseosa cae rutinariamente a 3 Kelvin o 454 grados Fahrenheit bajo cero (270 °C bajo cero).
Pero está a punto de tornarse aún más frío.
Investigadores de la NASA planean crear el lugar más frío del universo en el interior de la Estación Espacial Internacional (EEI, por su acrónimo en idioma español).
“Vamos a estudiar la materia a temperaturas mucho más frías que las que se encuentran de manera natural”, dice Rob Thompson, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (Jet Propulsion Laboratory o JPL, por su sigla en idioma inglés). Él es el científico del proyecto denominado Laboratorio de Átomos Fríos (Cold Atom Lab, en idioma inglés), de la NASA, un “refrigerador” atómico cuyo lanzamiento hacia la EEI está programado para el año 2016. “Nuestro objetivo es bajar las temperaturas efectivas hasta 100 pico-Kelvin”.
Cien pico-Kelvin es sólo una diez mil millonésima de grado sobre el cero absoluto, cifra a la cual, en teoría, se detiene toda la actividad térmica de los átomos. A temperaturas tan bajas, los conceptos comunes de sólido, líquido y gaseoso ya no son relevantes. Los átomos que interaccionan justo por encima del umbral de energía cero crean nuevas formas de materia que son esencialmente... cuánticas.
La mecánica cuántica es una rama de la física que describe las reglas extrañas de la luz y de la materia a escalas atómicas. En ese ámbito, la materia puede estar en dos lugares a la vez, los objetos se comportan como partículas y ondas, y nada es seguro: el mundo cuántico funciona sobre la base de la probabilidad.
Y los investigadores que utilizan el Laboratorio de Átomos Fríos se adentrarán en este extraño mundo.
“Vamos a comenzar”, dice Thompson, “con el estudio de los condensados de Bose-Einstein”.
En 1995, los investigadores descubrieron que si tomamos un par de millones de átomos de rubidio y los enfriamos cerca del cero absoluto, se fusionarán en una sola ola de materia. El truco funcionó con el sodio también. En 2001, Eric Cornell, del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (National Institute of Standards & Technology, en idioma inglés), y Carl Wieman, de la Universidad de Colorado, compartieron el Premio Nobel con Wolfgang Ketterle, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (Massachusetts Institute of Tecnology o MIT, por su acrónimo en idioma inglés) por su descubrimiento independiente de estos condensados, que Albert Einstein y Satyendra Bose predijeron a principios del siglo XX.
Si creamos dos BEC (condensados de Bose-Einstein) y los juntamos, no se mezclan como un gas común. En cambio, pueden “interferir” como las ondas: las delgadas capas paralelas de materia están separadas por finas capas de espacio vacío. Un átomo en un BEC puede sumarse a un átomo en otro BEC y producir… ningún átomo, en absoluto.
“El Laboratorio de Átomos Fríos nos permitirá estudiar estos objetos posiblemente a las temperaturas más bajas de la historia”, dice Thompson.
El laboratorio es también un lugar donde los investigadores pueden mezclar gases atómicos súper fríos y ver qué sucede. “Las mezclas de diferentes tipos de átomos pueden flotar juntas casi completamente libres de perturbaciones”, explica Thompson, “lo que nos permite realizar mediciones sensibles de interacciones muy débiles. Esto podría llevar al descubrimiento de interesantes y novedosos fenómenos cuánticos”.
Y la estación espacial es el mejor lugar para realizar esta investigación. La microgravedad permite a los investigadores enfriar materiales a temperaturas mucho más frías que las que son posibles en el suelo.
Thompson explica por qué:
“Es un principio básico de la termodinámica que cuando un gas se expande, se enfría. La mayoría de nosotros tenemos experiencia de primera mano con esto. Si rociamos una lata de aerosol, la lata se enfría”.
Los gases cuánticos se enfrían en gran parte de la misma manera. En lugar de una lata de aerosol, sin embargo, tenemos una ‘trampa magnética’.
“En la EEI, estas trampas se pueden volver muy débiles debido a que no tienen que soportar los átomos en contra de la fuerza de la gravedad. Las trampas débiles permiten que los gases se expandan aun más y se enfríen a temperaturas más bajas que las que son posibles en el suelo”.
Nadie sabe a dónde conducirá esta investigación fundamental. Incluso las aplicaciones “prácticas” enumeradas por Thompson (sensores cuánticos, interferómetros de ondas de materia y láseres atómicos, sólo para nombrar unas pocas) suenan a ciencia ficción. “Estamos entrando a lo desconocido”, dice.
Los investigadores como Thompson ven al Laboratorio de Átomos Fríos como una puerta hacia el mundo cuántico. ¿Pero podría la puerta abrir en ambas direcciones? Si la temperatura desciende lo suficiente, “vamos a poder ensamblar paquetes de ondas atómicas del grosor de un cabello humano; es decir, lo suficientemente grandes como para que el ojo humano los pueda ver”. Una criatura de la física cuántica habrá ingresado en el mundo macroscópico.
Y entonces comienza la verdadera diversión.
Para obtener más información sobre el Laboratorio de Átomos Fríos, visite: coldatomlab.jpl.nasa.gov
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