¿Se puede probar científicamente la existencia de Dios? la pregunta es, sin duda, el problema más complejo al que se enfrentan científicos
Por Delia Angélica Ortiz
Domingo, 18 de marzo de 2012
Domingo, 18 de marzo de 2012
Los científicos no pueden encontrar a Dios bajo el microscopio, ni en algún otro sitio (Getty Images).
(QUO) — Entre los científicos hay de todo, entre dos extremos: desde los ciegamente religiosos hasta los furiosamente ateos.
El asunto es que, cuando se busca a Dios bajo el microscopio, la lupa o el telescopio, no se deja ver. Ante la imposibilidad de conocer o probar la existencia de Dios, el agnosticismo —que considera inaccesible al entendimiento humano el conocimiento de lo divino— queda como la tercera vía.
El mismo Albert Einstein era agnóstico, aunque estaba convencido de que hasta lo incomprensible podía ser comprendido. “Ninguna agencia de investigación asignaría fondos para que un científico se dedicara de tiempo completo a probar la existencia de Dios”, dice el astrofísico mexicano Omar López Cruz.
Es experto en la evolución del universo, reconocido por los modelos que ha propuesto sobre la formación de galaxias. “Al universo ni le interesa lo que yo haga. Desde una visión evolucionista, la salvación del alma es independiente de la evolución del cosmos”, dice Omar.
Criado en el seno de una familia profundamente religiosa, en sus épocas universitarias no pudo terminar de leer Why I Am Not a Christian, del matemático británico Bertrand Russell: demasiado conflicto. Hoy se dice agnóstico, pero asegura que no es la astronomía la que lo ha alejado de Dios: “Han sido los mismos seres humanos”.
En los últimos 10 años, tras el atentado a las Torres Gemelas, los ateos han endurecido públicamente su posición. “Muchos de nosotros veíamos a las religiones como un sinsentido inofensivo. Aunque las creencias carecen de suficiente evidencia, pensábamos que si la gente las necesitaba, qué peligro podía haber en eso. El 11 de septiembre cambió todo”, escribió el biólogo británico Richard Dawkins, quien a partir de los acontecimientos se declaró enemigo acérrimo de las religiones.
“Habíamos guardado un extraño respeto que protegía la religión de la crítica. ¡Basta de ese maldito respeto!”. Dawkins no tiene nada contra Dios –para él no existe–. Su protesta es contra el fanatismo religioso, porque en nombre de la fe, las personas se vuelven intolerantes, atacan a quienes no comparten o cuestionan a Dios y son capaces de atentados suicidas en nombre de su religión.
Stephen Unwin, un físico británico, calcula en 67% la probabilidad de la existencia de una divinidad.
Unwin utilizó el Teorema de Bayes para argumentar su fe. La aplicación práctica de este teorema sirve para calcular el precio de las acciones en la bolsa de valores o la resistencia de materiales en un sismo cuyas variables son concretas y medibles. Pero con Dios solamente se pueden elegir variables arbitrarias y asignar valores basados en las creencias propias: el origen del universo es más posible con la existencia de Dios, 67%; Dios existe y desató la evolución, 50%; hay un Dios detrás de las experiencias místicas y religiosas, 62%. Unwin incluso arriesgó la ocurrencia de calcular que, basado en su fe religiosa, la probabilidad de Dios aumentaba a 95%.
¿Dios al final del túnel?
Durante 17 años, el médico británico Sam Parnia ha estudiado la conciencia durante la muerte clínica. Director del Departamento de Investigación en Resucitación en la Universidad de Nueva York y autor de What Happens When We Die, Parnia ha entrevistado a 500 personas que después de ser resucitadas dicen haber tenido una “experiencia cercana a la muerte” que incluye una luz brillante que los llama.
Las investigaciones sobre el tema han atribuido estas experiencias a una ilusión o truco de la mente que ocurre milisegundos antes de morir, cuando el cerebro se percata de que la muerte es inminente. Si realmente hay algo tal como un alma que se desprende del cuerpo al morir, Parnia se ha propuesto entrevistar a mil 500 pacientes resucitados, agregando un ingrediente científico: ha colocado en distintas salas de emergencia de Estados Unidos y Europa una pintura escondida que cuelga del techo, boca arriba, de modo que si hay un alma que flote y en su ascenso sea capaz de ver todo lo que ocurre en la sala, entonces tendrá que ver esta pintura y al volver de la muerte debería ser capaz de describirla.
Vía correo electrónico, Parnia contesta que espera publicar sus primeros resultados hacia finales de 2012. No regala más detalles. ¿La gente que toca la muerte se vuelve más religiosa? ¿Algún fanático ha intentado sabotear su experimento? ¿Él mismo cree en alguna fuerza superior, en Dios? Es cauto al responder: “Cualquier experiencia humana —incluidas experiencias cercanas a la muerte, depresión, felicidad y amor— pasan por el cerebro y comparten áreas encefálicas. Descubrir esas áreas o reproducirlas no significa que las experiencias no sean reales.
“No podríamos decir que el amor, la felicidad y la depresión no son reales. Más aún, mucha gente ha reportado conciencia durante el tiempo en que su cerebro estaba muerto clínicamente y ahí no podría haber cambios cerebrales. Así que lo que parece real para aquellos que lo experimentaron, al resto nos regala un vistazo de lo que es la muerte”, dice Parmia.
La revista Quo es parte de Grupo Expansión, una empresa de Time Inc. La firma edita en México 17 revistas y siete sitios de internet, entre ellos CNNMéxico.com.
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