La Dra. Bertha Gutiérrez Rodilla es profesora de Historia de la Ciencia en la Universidad de Salamanca, España, y autora de libros como "La Ciencia empieza en la Palabra" o "Aproximaciones al lenguaje de la ciencia". Su formación en filología hispánica y como doctora en medicina y cirugía la sitúa en una posición inmejorable para analizar la terminología médica. Su orientación hacia la historia de la ciencia le ha permitido bucear en los entresijos del progreso científico y en especial de la historia de la medicina y de la historia del lenguaje médico y científico en general. Como consecuencia de todo ello, ha llevado a cabo numeras investigaciones, cuyos resultados han sido recogidos en diversos artículos académicos y en varios libros.
-¿Cómo surgió su vocación por la medicina? ¿Y por la filología? ¿Cómo decidió aunar ambas?
Mi vocación por la medicina fue en inicio literaria. Durante mi adolescencia había leído varias novelas en las que un enfermo era protagonista; o bien, giraban en torno a un profesional de la salud... Eso hizo que me forjara una idea utópica y maravillosa sobre el ejercicio de la medicina, sobre la curación de la enfermedad, sobre la función salvífica que el médico podía desempeñar... Después, al tiempo que comprobaba que el ejercicio de la profesión en el mundo real se alejaba bastante de mis esquemas literarios, fue surgiendo el gusto por conocer los distintos procesos que determinaban que el ser humano perdiera el estado de salud, tanto los puramente biológicos, como los determinados por aspectos sociales, económicos, psicológicos, etc. Eso iría poco a poco conduciéndome hacia la historia de la medicina, pues es la disciplina que mejor analiza y da cuenta de todos estos aspectos. En cuanto a la filología, desde siempre me habían gustado el lenguaje y sus entresijos; jugar con las palabras, extraer todo el jugo que contienen... De ahí que, una vez finalizada la carrera de medicina y mientras estaba realizando mi tesis doctoral, ya sobre un tema histórico-médico, decidiera estudiar filología y saldar una deuda que tenía pendiente conmigo misma desde hacía mucho tiempo. Después, poco a poco y sin yo proponérmelo, mis trabajos fueron derivando hacia el estudio del lenguaje de la medicina y, por extensión, el de la ciencia en general. Estudios que se convertirían en una de mis líneas constantes de investigación.
-¿Qué le llevó a escribir su libro "La Ciencia empieza en la Palabra"?
Esos trabajos de que hablaba, inicialmente muy sencillos, me llevaron a proponer una asignatura de libre elección en la Universidad de Salamanca, llamada "El lenguaje científico". Fue todo un éxito -y lo ha sido durante los 17 cursos consecutivos que la he impartido-, pues acudían estudiantes de diferentes licenciaturas y se establecía entre nosotros un debate muy enriquecedor. A partir de los apuntes originales, bastante esquemáticos, que elaboré para impartir esa asignatura, empecé a escribir, ya más en serio, un libro que tratara tan profundamente como pudiera los temas de que nos ocupábamos en las clases y mediante el que intentaba dar respuesta a muchas de las preguntas que en ellas se habían planteado.
-¿Qué opina del creciente uso del inglés como idioma científico internacional?
Pues que es una pena que nos dejemos colonizar, no por una lengua, sino por todo un sistema de vida. Siempre ha habido lenguas que eran más importantes que otras y desde ellas se han introducido préstamos lingüísticos en las demás y no ha pasado nada. Sin embargo, este nivel de aculturación, de dominio, de hegemonía que se da ahora, no se había dado nunca. En buena medida, porque no presentamos ante él una actitud crítica y nos dejamos embelesar por cantos de sirena. Y en buena medida también por el efecto uniformador que desarrolla Internet. Entiendo perfectamente las bondades de contar con una lengua universal para la ciencia, pero no participo de la idea de que a partir de ahí se avasalle al resto. No es incompatible publicar en inglés y publicar en la propia lengua materna. Y debería ser obligatorio que todo lo que se publica en inglés se publicara además en la lengua materna de cada uno. Esto significa que los gobiernos nacionales deberían potenciar las revistas científicas nacionales de calidad y tener en cuenta lo publicado en ellas en los procesos de evaluación a que se somete a los investigadores y profesores universitarios (acreditaciones, sexenios, proyectos de investigación, etc.)
-¿Qué aspectos le interesan más de la historia de la ciencia?
En primer lugar, los que se relacionan con el lenguaje en que esa ciencia se ha transmitido a lo largo de los siglos; sus mecanismos retóricos. Todo lo que tiene que ver con la comunicación de la ciencia -presente y pasada-, incluidos los procesos de divulgación. Me interesan además los diferentes factores sociales y económicos que han condicionado la investigación científica históricamente y buscar vías y argumentos que nos permitan desmitificar la ciencia, erigida en el presente, junto a la técnica -en mi opinión, sin demasiado fundamento- en nueva religión, con la que no comulgo demasiado.
-¿Cree que debe intentarse hacer revisión histórica de la autoría de hallazgos científicos para acreditar ésta debidamente y, si es el caso, sacar a la luz qué personas los hicieron realmente? ¿O es una batalla perdida de antemano, a causa de la destrucción de documentos o de la dificultad de cambiar la historia oficial y las ideas preconcebidas?
Por supuesto que debe intentarse. Esa es una de las misiones de los historiadores de la ciencia: intentar darle a cada uno lo que le corresponde, aunque eso signifique romper con la versión oficial de la historia o con las ideas preconcebidas que cada cual pueda tener. Otra cosa, claro está, es que se consiga. No siempre es fácil y lo que tampoco se puede hacer es inventar o lanzar hipótesis sin datos que las avalen. Hay que ser cuidadosos, fieles al método histórico, pero eso no significa que no se pueda y se deba hacer.
-El papel histórico de la mujer en la ciencia ha sido más importante de lo que se refleja en la historia oficial. ¿En qué áreas de la ciencia considera que ese silenciamiento de las aportaciones de las mujeres ha sido más grave?
En todas las áreas: física, matemáticas, medicina... todas. Ha habido mujeres fascinantes que han trabajado en todos los ámbitos de la ciencia y que han conseguido resultados equiparables, al menos, si no mejores, que los de sus compañeros varones. Mi respuesta a esta pregunta, lógicamente, va en la misma línea que la de la pregunta anterior: hay que darle a cada uno lo que le corresponde. Sea ese uno anglosajón o latino, cristiano o judío, hombre o mujer. Para bien y para mal. Pero siempre con argumentos, con pruebas, con datos conseguidos a través de la investigación documental seria y rigurosa, sin inventar nada y sin aprovechar coyunturas políticas que priman en ocasiones determinadas líneas de investigación, en detrimento de otras igual de importantes.
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