Unos pocos pelos de mamuts lanudos han bastado a un equipo internacional de investigadores para lograr secuenciar el ADN mitocondrial (el que se hereda de la madre) de un animal extinto. Se trata de la primera vez que se logra rescatar secuencias genómicas de este tejido, incluso en restos de ejemplares que llevan en los museos desde hace 200 años.
El hallazgo abre la puerta, según sus descubridores, a la posibilidad de secuenciar el genoma de otras especies extinguidas hace decenas y cientos de miles de años de las que se conserva algo de su antigua cabellera, que podría ser mucho más útil que los huesos.
Hasta ahora, sólo se conocía el genoma mitocondrial de siete animales extintos: cuatro pájaros, dos mamuts y un mastodonte, pero siempre se habían utilizado huesos, más susceptibles de haber sido contaminados con ADN de bacterias o de un grave deterioro por el paso del tiempo.
Los investigadores, dirigidos por Stephan C. Schuster y Webb Miller, de la Universidad de Penn State (EEUU), han utilizado los restos de 10 mamuts encontrados en el norte de Siberia que vivieron hace una media de 38.000 años.
Algunos de los pelos se conservaron en el permafrost siberiano (la capa de hielo superficial de esta región rusa), pero otros llevaban muchos años expuestos a temperatura ambiente. Tal es el caso de Adam, un mamut de hace 36.000 años encontrado en 1799 y conservado en un museo ruso sin condiciones especiales. "Sólo 0,2 gramos de su pelo han permitido completar el análisis de su ADN mitocondrial", ha comentado Schuster, que ya sueña con conseguir el análisis genómico de las especies de las colecciones de los famosos biólogos Charles Darwin, Alexandre von Humboldt o Carl von Linné. En este caso la técnica utilizada ha sido la pirosecuenciación 454, una compleja técnica conocida desde el año 2005 que también está sirviendo para descifrar el genoma de homínidos como los neandertales.
Carles Lalueza, experto español en genética prehistórica, explicaba ayer que consiste en generar centenares de miles de secuencias de muestras antiguas y modernas que se van superponiendo. "En este caso, se comparan con secuencias del elefante. Como hay miles de mitocondrias en cada célula, tras generar centenares de miles, se logra recuperar todo el genoma mitocondrial, como ha ocurrido con estos pelos".
Lalueza no cree que este hallazgo pueda ayudar en la secuenciación del genoma del Homo neanderthalensis. "Hasta ahora no ha aparecido ni un pelo de esta especie. Y no creo que ocurra. Es más fácil hallarlos de animales conservados en el permafrost", argumenta. Y da la casualidad de que, debido al cambio climático, cada vez aparecen más huesos de animales prehistóricos enterrados en el hielo de la gran región siberiana. De hecho, se encuentran tantos que ya hay un gran mercado de fósiles de animales del Paleolítico.
Los resultados de este trabajo, publicados en Science, destacan las ventajas protectoras de la queratina (una sustancia del folículo del pelo) frente a agresiones externas, y también que los cabellos son fáciles de limpiar de contaminantes. Para comprobarlo, lo lavaron con una solución que mató todo el ADN ajeno (de bacterias) sin dañar el material genético interno, como si estuviera guardado en un plástico biológico. "Gracias a ello, bastaron cinco minutos para secuenciar el ADN una vez que se tenían los datos", ha señalado Webb Miller.
Este trabajo, asegura, permitirá conocer mejor las relaciones entre diferentes especies animales. "Ya planeamos usar pelos, uñas y cuernos para descubrir los secretos de mamíferos hoy desaparecidos", adelanta Schuster.
El hallazgo abre la puerta, según sus descubridores, a la posibilidad de secuenciar el genoma de otras especies extinguidas hace decenas y cientos de miles de años de las que se conserva algo de su antigua cabellera, que podría ser mucho más útil que los huesos.
Hasta ahora, sólo se conocía el genoma mitocondrial de siete animales extintos: cuatro pájaros, dos mamuts y un mastodonte, pero siempre se habían utilizado huesos, más susceptibles de haber sido contaminados con ADN de bacterias o de un grave deterioro por el paso del tiempo.
Los investigadores, dirigidos por Stephan C. Schuster y Webb Miller, de la Universidad de Penn State (EEUU), han utilizado los restos de 10 mamuts encontrados en el norte de Siberia que vivieron hace una media de 38.000 años.
Algunos de los pelos se conservaron en el permafrost siberiano (la capa de hielo superficial de esta región rusa), pero otros llevaban muchos años expuestos a temperatura ambiente. Tal es el caso de Adam, un mamut de hace 36.000 años encontrado en 1799 y conservado en un museo ruso sin condiciones especiales. "Sólo 0,2 gramos de su pelo han permitido completar el análisis de su ADN mitocondrial", ha comentado Schuster, que ya sueña con conseguir el análisis genómico de las especies de las colecciones de los famosos biólogos Charles Darwin, Alexandre von Humboldt o Carl von Linné. En este caso la técnica utilizada ha sido la pirosecuenciación 454, una compleja técnica conocida desde el año 2005 que también está sirviendo para descifrar el genoma de homínidos como los neandertales.
Carles Lalueza, experto español en genética prehistórica, explicaba ayer que consiste en generar centenares de miles de secuencias de muestras antiguas y modernas que se van superponiendo. "En este caso, se comparan con secuencias del elefante. Como hay miles de mitocondrias en cada célula, tras generar centenares de miles, se logra recuperar todo el genoma mitocondrial, como ha ocurrido con estos pelos".
Lalueza no cree que este hallazgo pueda ayudar en la secuenciación del genoma del Homo neanderthalensis. "Hasta ahora no ha aparecido ni un pelo de esta especie. Y no creo que ocurra. Es más fácil hallarlos de animales conservados en el permafrost", argumenta. Y da la casualidad de que, debido al cambio climático, cada vez aparecen más huesos de animales prehistóricos enterrados en el hielo de la gran región siberiana. De hecho, se encuentran tantos que ya hay un gran mercado de fósiles de animales del Paleolítico.
Los resultados de este trabajo, publicados en Science, destacan las ventajas protectoras de la queratina (una sustancia del folículo del pelo) frente a agresiones externas, y también que los cabellos son fáciles de limpiar de contaminantes. Para comprobarlo, lo lavaron con una solución que mató todo el ADN ajeno (de bacterias) sin dañar el material genético interno, como si estuviera guardado en un plástico biológico. "Gracias a ello, bastaron cinco minutos para secuenciar el ADN una vez que se tenían los datos", ha señalado Webb Miller.
Este trabajo, asegura, permitirá conocer mejor las relaciones entre diferentes especies animales. "Ya planeamos usar pelos, uñas y cuernos para descubrir los secretos de mamíferos hoy desaparecidos", adelanta Schuster.
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